Jamás duerme el que te cuida
Hace cerca de un mes, pase a mi bebé de ocho meses a dormir
sola a su cuarto.
De manera sorprendente para mí, lo tomo mucho mejor de lo
que yo esperaba, dormía más horas seguidas y se despertaba con menos frecuencia
durante las noches.
Aún así, los primeros días, en lugar de aprovechar para
recuperar algunas horas de sueño, me quedaba pendiente esperando impaciente a
que despertara para traérmela de nuevo a mi lado de la cama.
Pero hay días agotadores en donde caigo rendida y duermo
profundamente, aún así, logro escuchar su llanto llamándome en medio de la
oscuridad. Le llaman instinto materno, yo prefiero llamarle amor incondicional.
Ayer no fue la excepción. En cuanto la escuche, corrí a su
habitación y la encontré de pie en su cuna, con la certeza en sus ojos que al
llamarme yo estaría ahí en cuestión de segundos.
La tome en mis brazos e inmediatamente se volvió a dormir.
Así que en esta ocasión y en medio del cansancio, la abrace y me senté en la
mecedora a disfrutar el momento.
La observaba tan vulnerable y tan dependiente de mi cuidado.
Ella ahora se sentía segura. Estaba en brazos de mamá.
Conforme pasaban los minutos mi corazón se nutría de ese
instante de intimidad entre madre e hija.
Entonces, por un instante, Dios vino a mi pensamiento.
Si yo, siendo humana, corría llena de amor al llamado de mi
hija, cuánto más lo hace nuestro Padre Celestial cuando le necesitamos. Creemos
que somos nosotros los que demandamos la atención y cuidados de nuestro Señor
pero en ese momento podía sentir como Él también disfrutaba de tomarnos en sus
brazos y proporcionarnos seguridad.
¿Cuántas veces creemos que Dios no escucha nuestra súplica?
¿Cuántas veces no acudimos a Él creyendo que solo le molestamos o que
seguramente tendrá cosas más importantes que atender?
Entendí entonces que Dios es mi Padre y yo soy su hija. Que
Él está cerca, atento a mi llamado de auxilio y ama escuchar mi oración cuando
reconozco mi necesidad de su presencia, el deseo de que me tome entre sus
brazos y no me suelte por nada del mundo.
En días de tanta incertidumbre y desconsuelo, no dudes en
llamarle. Él está ahí, pendiente de que despiertes y clames por su ayuda, como
un padre o una madre que haría cualquier cosa por sus hijos.
Cuánto más tiempo pases con Papá, más conocerás su amor.
Y como dijo el Rey David:
“No permitirá que resbales y caigas; JAMÁS DUERME EL QUE TE
CUIDA”
Salmo 121:3
2 comentarios
Hermoso! Así es papa Dios con nosotros el nunca duerme por verlas de sus hijos! Bendiciones meli! Bendiciones a tus hijas tu familia!
ResponderBorrarHermos! Gracias! :)
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