No es mi fuerza ¡Es su gracia!
Su piel empezaba a
llenarse de manchas blancas mucho más rápido de lo que él lograba entender que
estaba sucediendo con su cuerpo.
Era conocido por su
facilidad para hacer reír a todos. Los chistes podían ser siempre los mismos
pero la forma en que los contaba los hacía únicos. En tan solo 15 minutos
transformaba cualquier instante en un momento de alegría. Pero ese día, un
diagnóstico le había robado su sonrisa.
Miraba hacia el suelo
y en silencio.
Me senté a su lado y
le pregunté qué le estaba ocurriendo. Me señaló su rostro manchado, como
tratando de mostrarme algo que yo no hubiera visto. Claro que lo había notado.
“Es su gracia lo único
que necesitas”, le dije de inmediato. Y es que tenía una personalidad que
ocultaba cualquier defecto. Contaba con tantos regalos de parte del cielo que
lo convertían en una persona fascinante. Mientras su esencia siguiera intacta,
los cambios externos que sufría su cuerpo no eran determinantes.
Algunas lágrimas
surgieron y supe que lo había entendido. No es por nuestras fuerzas que
sobrepasamos las circunstancias, la gracia es la intervención divina que hace
que el favor de Dios no pueda ser quitado.
Han pasado unos 10
años de eso. La enfermedad no se fue, como tampoco lo hizo la esperanza de que
solo cosas buenas vendrían a su vida. Podían llegar momentos de debilidad pero
el favor de Dios no se iba de él.
¿Cuántas veces tememos
el no poder afrontar nuestros problemas? Sin darnos cuenta que no es por
nuestra fuerza sino por su gracia.
Dios es claro en su
promesa: “Te basta mi gracia, pues mi poder se perfecciona en tu debilidad” (2
Corintios 12:9). Siempre que algo quiere llenar de temor mi corazón, me acuerdo
de esas palabras y entonces, no pretendo encargarme de solucionarlo todo.
Confío en su guía para tomar las decisiones correctas. Confío en esa invitación
de vivir plenamente sabiendo que no necesito ser perfecta, ni acertada todo el
tiempo.
Quizás las manchas que llevas no se vean sobre tu piel pero si en tu corazón,
en tu mente, en tu pasado, en tu presente. Solo recuerda que no estás sola.
Sin importar lo que
estés afrontando, lo único que necesitas es su gracia en tu vida; esa gracia
que permitirá que Dios intervenga en tu situación y la transforme para bien.
Animo, Él prometió hacerlo. No es por tu fuerza, es por su gracia.
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