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Soy Meli Durán

Con luz propia

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Una amiga aplicó a una beca y fue la mejor. La seleccionaron.
Su sonrisa se apagó por un momento cuando alguien cercano aseguró que la obtuvo por lástima. ¿Qué tal?
Una colega trabaja hasta 14 horas al día porque realmente ama lo que hace, obtiene exclusivas y sobresale. Su público se lo reconoce constantemente.
Sus compañeras aseguran que su éxito es porque, de seguro, es la amante del jefe.
Si es bonita, es tonta. No es posible ambas al mismo tiempo. Doble puntaje si es rubia.
Ascendió de puesto. Claro, es de la argolla.
Si habla mucho, quiere llamar la atención. Si es seria, es una pesada. Si no es ni lo uno ni lo otro, entonces no tiene personalidad.
¿Lo has escuchado alguna vez?
Estoy segura que sí.
Comentarios vacíos pero hirientes que paralizan a quien los recibe pero amargan aún más a quién los pronuncia o escribe.
Toma algunos años obtener la habilidad para que la crítica te deje de importar pero solo es necesario tomar una decisión para dejar de afectar, negativamente, a otros con nuestras acusaciones.
Crecemos con un montón de limitaciones impuestas por nosotras mismas, solo por lo que dijo alguien más, pero si, al final somos nosotras las que nos limitamos y por ende, las responsables de no lograr lo que soñamos. Nos bajamos el piso solitas. Renunciamos a las metas solo para no ser criticadas.
Y ¿si lo intentas?
Iban a ser las 12 de la noche. Estaba cansada, después de casi dos meses de mantenerme despierta hasta tarde, tratando de avanzar en uno de mis proyectos pendientes.
Tenía algunos días, bueno, años quizás, con una espinita en el interior que cuando venía a mi mente, me inquietaba. No era una prioridad, por supuesto, tampoco pasaba nada sino lo hacía, pero esa noche, el sentimiento tomó fuerza.
Así que rebusqué entre documentos viejos en mi computadora, hasta encontrar un texto del cual no estaba satisfecha del todo. Creo que prácticamente lo reescribí, ya que quería decir muchas cosas más. Alguna vez se lo mostré a un par de colegas, con la mayor pena de la vida por el qué iban a pensar. Para mi sorpresa ambos dijeron: ¡Tienes que compartirlo!
Por supuesto que no les hice caso ¿Qué iba a pensar la gente?
¿Te has hecho esa pregunta? ¿Te ha preocupado lo qué piensan los demás?
Con cuatro meses lejos de la televisión, sentí que no pasaría nada si lo hacía. Al final, ¿quién lo iba a leer? Algunos amigos, así, por pura curiosidad. Ya no estaba expuesta y lo hice. Lo intenté.
¿Qué pasó después?
Paso lo que esperaba.
Llegaron las críticas de personas cuyos nombres no recuerdo porque no conozco y por supuesto, ellos tampoco me conocen.
Pero también, esa noche mi celular no paró de sonar.
Llegaban cientos de mensajes de personas que me decían: ¡Gracias! ¡Me identifiqué! ¡Me dibujaste una sonrisa! ¡Me llenaste de valor! Y hasta ¡Me diste la fuerza para tomar decisiones y dejar esta relación en la que soy maltratada! Y mi favorita: ¡Por favor, nunca dejes de escribir! Simplemente, no lo podía creer.
Tuve momentos de duda, es cierto, sobre si la decisión de compartir mi texto  fue la correcta.
Inmediatamente, llegaban nuevas palabras  de personas que aseguraban que ese día lloraron de felicidad al dejar de sentirse solos, otros sonrieron porque algo lleno su corazón ¿Pueden imaginarlo? Yo no.
Las 95 mil visitas al blog llegaron solo en ocho días.
¡95 MIL!
Unas 12 mil personas al día,  tomaron de su tiempo para prestar atención a mis palabras. Todo porque lo intenté…
Ese texto que había postergado por tanto tiempo. El mismo que no me atrevía a compartir…
¿Entienden lo que les quiero decir?
No es mi intención presumir de nada. La difusión del blog se dio gracias a quienes lo compartieron, a quienes lo recomendaron, a quienes también lo intentaron, levantaron su voz y aceptaron públicamente en redes sociales: ¡Yo tampoco le tengo miedo a la soltería! ¡Yo la disfruto!
 ¿Cuántos proyectos has postergado?
¿Sabes que quizás también estas retrasando el influir positivamente en alguien más? ¿No? Es probable que no lo sepas, yo no lo sabía, ni lo planee, ni lo espere, solo lo intenté.
No les puedo explicar lo que siente mi corazón. Ni una pizca de orgullo pero toneladas de agradecimiento.
Este no será un blog sobre mi vida personal, como algunos lo han descrito, este blog tiene como objetivo ser un espacio positivo, que motive, que mueva emociones, que te impulse a hacer algo…
¿Vos no estás cansado de abrir tu Facebook y encontrar tanto dolor reflejado en quejas, criticas, ataques infundados y violencia? Si, violencia. Esa es la forma correcta de describir el cómo se expresan tantas personas.
Yo si me cansé. Aunque no los señalo ni los culpo. Detrás de cada insulto en redes sociales hay una historia, un corazón lastimado, una persona vacía. Alguien que solo es capaz de hacerlo por ese medio porque teme dar la cara.
Nunca te limites a hacer algo por miedo a las críticas. Porque ¿Sabes qué? No te librarás de ellas. Llegarán, lo intentes o no hagas nada. No podrás evitarlas.
Y ¿si intentas hacer la diferencia? ¿Correr una milla extra? ¿Ir más allá y ser la protagonista de tu propia historia?
No tengas miedo. Créeme que sobrevivirás.
No importa si te critican. Te aseguro que nada se compara con atreverse a hacer lo que llena tu alma.
¿Qué proyectos tienes pendientes?
Ese primer paso podría estar lleno de éxito, sin saberlo.
Yo no sabía que mis palabras llegarían hasta vos y mucho menos que fueran de tu agrado.
Lo que escribí lo hice con la intención de que afectará positivamente a mi pequeño grupo de amigos. Pero fue mucho más allá y se me devolvió con creces. He llorado de emoción con sus mensajes, por su confianza, por su actitud y si tan solo una persona se sintió mejor el día que leyó lo que escribí, entonces cumplí mi misión.
No merecemos llegar a ningún destino si permanecemos criticándonos entre nosotras.
Quien acostumbra a ser cruel con los demás,  solo atrasa su propio éxito. La  persona seguirá trabajando para conseguir sus metas mientras que la otra invertirá su tiempo en hacerla caer, con altas probabilidades de nunca lograrlo.
Que la crítica no te detenga, ve e inténtalo…

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Con frecuencia las personas ponen la misma expresión en el rostro cuando les confieso que sigo soltera…

En mi interior, sonrío.

-¿Será que sos muy exigente? Es la siguiente pregunta que surge.

- Claro, soy exigente  ¿Por qué no iba a serlo?

Normalmente, ahí acaba la conversación. Esas preguntas del matrimonio y los hijos, nunca me las hacen, creo que la razón es obvia.

A mis 28 empiezo a notar o, más bien, a experimentar la percepción negativa que existe sobre la soltería y sobre quienes la disfrutamos. Sí, la disfrutamos.

Yo estoy soltera porque así lo he decidido. Es mi elección.

Tras unos 10 años de estar involucrada en relaciones de noviazgo, pocas pero varias, decidí estar sola.
No, no es drama ni nada de eso del corazón roto y la “Magdalena” que no supera el pasado. Todo lo contrario.

Estuve en algunas relaciones por rutina, por pasar el rato, por malas decisiones, por no estar sola y por tonta.

Después de mi última relación, elegí un cambio. Quizás me encontraba ya  en la edad suficiente para saber que algo estaba mal: tenía mucho miedo,  miedo a la soledad.

Entonces, en un acto de valentía, de esos de los que te sentís orgullosa todo el tiempo, decidí que iba a estar soltera por un año y antes de eso, no me iba a involucrar, emocionalmente, con nadie. Si alguien le teme a ese fantasma que parece tenebroso llamado soledad, no iba a ser yo. Lo enfrenté.
No paso un año, pasaron dos.

Si veo hacia atrás, creo que han sido los dos años de mayor crecimiento personal, profesional y espiritual.

He leído decenas de libros y al fin tuve tiempo para esa pasión por la lectura que me hace feliz, hasta descubrir que los protagonistas de esas historias son, realmente, encantadores y podía devorarme hasta tres libros en un solo fin de semana.

También supe lo que era ponerme un par de tenis y correr hasta la meta.

Descubrí  lo raro que te ven cuando vas al cine, a un concierto o simplemente a  cenar sola. Además, lo lindo que se siente al pensar: “Sí, yo disfruto de mi compañía. ¿Usted sería capaz?”
Aprendí que el tiempo a solas te acerca a Dios.

Conocí a muchas personas, algunas de ellas se convirtieron en mis favoritas. Entendí cómo se maneja el tiempo libre, hasta que me encontré diseñando y elaborando bisutería, cuando nunca lo había hecho, y vendí lo suficiente como para pagar la prima de mi carro nuevo. Nadie me regalo nada, lo hice con mis manos.

Pude aventurarme a nuevos retos profesionales, sin temor, segura de que al otro lado del miedo están mis anhelos hechos realidad.

Ya no me hacían falta las primeras citas. Además, hay que ser sinceros, ¡Que incómodas que son!
No significa que no podía lograr esas cosas estando con alguien, claro que sí. Dice un proverbio chino: “Si quieres llegar rápido ve solo; pero si quieres llegar lejos ve acompañado”, estoy segura de eso. Si estas en la relación correcta, avanzan juntos, pero ese no era mi caso.

Y claro, por supuesto, a veces extraño un “buenas noches” antes de dormir o un ¿Cómo estuvo el día?, un detalle, un “estoy pensando en vos”, pero cuando esas frases lleguen, les daré el valor que realmente tienen.

Cuando aparezca quien me motive a arriesgar de nuevo,  le diré entonces: “Te esperé. No en un castillo hasta que llegarás a salvarme.  Yo baje por mis medios y enfrenté  los dragones que más me asustaban hasta convertirme en una mejor persona, en lo que soy. No en una princesa pero si en una guerrera. Si algún día decides irte, podrás hacerlo, no tengo miedo a empezar de nuevo.  ¿Si te quedas? Si te quedas, prometo que nunca te arrepentirás”.

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Acerca de mí

¡Hola! Soy Melissa Durán - periodista y presentadora de tv- pero también mujer, madre y esposa.

Me encanta escribir y lo haré cada vez que pueda. Estoy segura que nos identificaremos en muchas de nuestras experiencias.

Bienvenidas a mi blog

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