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Soy Meli Durán

Con luz propia

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Me encontraba en el supermercado cuando un señor se acerco a saludarme.
De inmediato, volvió a ver a la niña que me acompañaba y pregunto si era mi hija.
Yo me quede en silencio, no supe que contestar. Apenas y me acostumbraba a escuchar la palabra “madrastra” sin relacionarla con esas mujeres malvadas de los cuentos.

Pero Mary se adelanto y de inmediato contesto: “Sí, soy su hija” y con esas palabras iniciaba un nuevo capítulo en mi vida.

Así que de pronto, pase de ser la chineada de mi casa durante mi vida de soltera a tener una responsabilidad enorme en mi nuevo hogar.

Tuve mil dudas y mil miedos.

La primera pregunta que surge es “¿Cuál es mi papel aquí? ¿Hasta dónde llega mi autoridad?” Pero hay cambios que surgen en la vida que no dan tiempo de pensar, solo de actuar.

Así que decidí que más que la esposa de su padre, iba a ser lo que ellas necesitaran que fuera. No iban a existir nombres ni etiquetas. Me propuse cuidarlas, escucharlas, disciplinarlas con amor y a estar ahí cerquita en todo momento.

Soy la que grita y aplaude fuerte en cada presentación de baile de Mary, la que escucha y aconseja a Vale en cada situación que enfrenta, la que se siente orgullosa de las buenas calificaciones y sin pensarlo dos veces, la que ora por ellas cada día.

Sé que no soy la única en este tipo de situación. Lo sé, porque muchas “mamitas del corazón” me han escrito y me han contado su propia experiencia.  Sé que a veces otras personas no lo entienden y nos preguntan encarecidamente “¿Por qué asumir tal responsabilidad?” Y la respuesta es simple: AMOR, un amor que Dios siembra en nuestros corazones que va más allá de los lazos sanguíneos.



Así que la próxima vez que conozca una “madrastra” tome en cuenta que tiene frente a usted a una mujer valiente, que asume los retos de la vida con gran fortaleza y que es un ser humano con un corazón enorme que no necesita llevar nueve meses a un bebé en su vientre para reconocerlo como su hijo.

Lo sé, porque hoy es Amanda quien crece dentro de mí, pero ella no será mi hija mayor, ya ese espacio está bien desempañado por mi hija de 13 años que aunque no parí, nació en mi corazón.

Así que dejemos de juzgar y más bien reconozcamos el valor de esas madres de corazón, que no eligieron el camino fácil, pero si el que más edifica. Ya somos recompensadas, lo somos cada vez que esos pequeños brazos recurren a nosotras en busca de amor.

Y cuando los miedos vienen y van, la vida te recuerda que lo estás haciendo bien cuando por ejemplo al verme leer un libro de maternidad, Mary de 10 años me pregunta “¿Para qué lees eso?” Y al contestarle que, para aprender a ser una buena mamá, me contesta: “¿Por qué? Si ya lo eres”.




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Acerca de mí

¡Hola! Soy Melissa Durán - periodista y presentadora de tv- pero también mujer, madre y esposa.

Me encanta escribir y lo haré cada vez que pueda. Estoy segura que nos identificaremos en muchas de nuestras experiencias.

Bienvenidas a mi blog

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