Hazlo con miedo, pero hazlo

by - 10:07 p.m.




Estaba a 5 mil pies de altura, no era el mejor momento para calcular cuánto realmente significaba eso, solo veía que los enormes árboles de hace un instante ahora se veían diminutos.

Había subido a esa avioneta con muchísima confianza, como si se tratara de realizar una entrevista más. La misión era clara: saltar en paracaídas, completamente sola y realizar un reportaje para el noticiero.

Cuando me dijeron que era el momento de colocarme “en posición”, tuve todo el deseo de salir, de una vez por todas, de este compromiso que ya la verdad no me sonaba tan atractivo. Pero aunque mi intención era levantarme del suelo de aquella avioneta, lo cierto es que mis piernas no reaccionaron. Por primera vez experimenté el que mis extremidades no recibieran la señal de mi cerebro que decía: “Es el momento, arriba, reaccionen, hay que saltar”.

Fue entonces cuando me di cuenta que aunque yo quería ignorarlo, mi cuerpo si estaba consciente de la locura que iba a cometer. Ni siquiera me había montado en una avioneta alguna vez en la vida y ahora estaba ahí, con la puerta abierta para saltar al vacío. Fue uno de los instantes en donde escuché, claramente, al miedo hablarme al oído.

Su voz es perturbadora y sentí su aliento cerca de mi cuello, sus palabras pintaban el panorama más oscuro y se resumían en un “NO PUEDES”. Palabras que repetí varias veces, en el instante antes de saltar. Es decir, si hubiese sido un salto mortal mis últimas palabras antes de morir y que posiblemente adornasen mi lapida serían “NO PUEDO”, un mensaje nada inspirador.

Lo hice, no le voy a decir que salté porque sinceramente aunque lo intenté, mis piernas seguían paralizadas. Solo me deje caer al vacío. No espere que le diga que de pronto una luz me ilumino y me lleno de valor. Nooo, eso no existió ni por un instante. Lo hice, pero lo hice con muchísimo miedo.




Segundos antes de saltar lo único que pensé fue que ya estaba ahí, que había aceptado el reto, que abajo ya estaban colocadas unas cuatro cámaras para grabar cada movimiento y que no podía decepcionarlos. Tampoco fue un pensamiento motivador pero sin duda me llevo al límite y luego a la acción. Lo hice con miedo.

Una vez que la avioneta se alejara y me encontrara sola como flotando en el aire, supe que había valido la pena. El paisaje y la tranquilidad que respiraba eran incomparables. Había creado un momento único y trataba de asimilar cada sensación y fotografiar mentalmente aquello que veía para nunca olvidarlo. Si hubiese dejado que el miedo me venciera me hubiese privado de una de las mejores experiencias en mi vida.

Pero ahí no acababa todo, solo se ponía más complicado.

De pronto, me di cuenta que lo que seguía era igual o más difícil que lo que ya había superado. Tenía que iniciar el plan de aterrizaje y como suele suceder, en un momento como ese, todas las instrucciones se olvidan. Lo que sí recordaba, para mal, era que debía caer haciendo una vuelta canela para evitar lesiones. ¿Es en serio? Podía seguir viva tras saltar de una avioneta a 5 mil pies de altura pero morir desnucada al intentar hacer una vuelta canela. Nunca pude hacer una bendita vuelta de esas y era uno de mis mayores temores de niña.

Todo esto, para concluir en lo más importante. Si hay un reto frente a usted, conquístelo, hágalo suyo. No espere a que el miedo desaparezca, hágalo con miedo si es necesario, pero hágalo. Quizás pueda descubrir un paisaje maravilloso del que se privaría si no arriesga. Las mejores cosas y los mejores momentos, están al atravesar la línea del temor.

No pronuncie un “No puedo” que sí que puede. No hay límites para usted, solo los que ponga en su cabeza y en su boca.

Puede que se lleve algunos golpes al intentarlo pero sobrevivirá.

En mi caso, al evitar la vuelta canela pude caer de pie pero me gané una lesión en la rodilla que me llevo meses de terapia para recuperarme. Una secuela que me generaba dolor de vez en cuando pero que también me recordaba ese momento en el que fui valiente y conquiste el miedo.

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