• Forzar
personas o situaciones que no fueron diseñadas para nosotros solo nos hará
mucho daño.
Mientras trataba de
probarme aquel hermoso vestido que me llenaba de tanta ilusión, pedí un poco de
ayuda para el cierre de atrás. Unas tres dependientes se acercaron a ayudarme,
entre ellas se miraban sin percatarse que yo las veía por el reflejo del espejo
que tenía en frente.
-“No me cierra,
¿verdad?”, les dije.
-“Está un poco
ajustado, quizás con un pequeño arreglo funcione”, me dijo una de ellas con
tono amable.
-“Si bajas unos 4
kilos te quedaría perfecto”, dijo con toda seguridad un joven que se acercó de
inmediato.
Me voltee para
memorizar ese rostro, mientras intentaba controlarme y no cometer una
imprudencia.
– “La verdad es que
solo si me quito las costillas, este vestido lograría cerrar”, le dije mientras
le clavaba una mirada enfurecida. “Yo no tengo que bajar de peso para poder
meterme en un vestido ¿Qué estás pensando? Yo no me acomodare nunca a un
vestido, el vestido se acomodará a mí. Es sencillo, esta no es mi talla”,
agregué.
Efectivamente, en
cuanto me trajeron un número más, aquel vestido se adaptó perfectamente a mi silueta.
El error no estaba en mi peso sino en la selección del tamaño de aquel vestido
que, sin duda, no era para mí.
¿Cuántas veces
forzamos situaciones que no están destinadas a ser? Peor aún ¿Cuánto
sacrificamos para que personas se queden en nuestra vida cuando no fueron
diseñadas para nosotros?
No recuerdo el número
de ocasiones en que estuve metida en una situación que desde el inicio sabía
que no iba a resultar bien y después parecía imposible salir de ahí. De la
misma forma, inicie relaciones de amor o amistad con personas que no calzaban
en mi corazón y el insistir solo me hacía mucho daño.
En el instante en que
ese vestido se resistió a cerrar, tuve dos opciones. Una de ellas era aceptar
la recomendación del tipo ese (que aún me enoja con solo recordarlo) y morirme
de hambre un mes completo para saciar un capricho o darme mi lugar, pensar un
momento cuales eran los posibles panoramas y elegir el que me beneficiaba:
necesitaba otra talla.
Seamos sinceros. Sé
que cuando esta metáfora se aplica a otros aspectos de la vida ya no es tan
simple como probarse otro vestido. Lo que sí es seguro es que en cada uno de
los casos se requiere:
1. Decidir cuales
voces escuchar. Las opciones varían entre las que llevan una dosis de veneno de
parte de gente externa, las palabras de alguien que sabes que realmente quiere
lo mejor para vos o la vocecita que desde adentro no se cansa de llamar la
atención.
2. Tomar decisiones.
Una vez que crees saber qué es lo mejor, entonces se requiere de mucho valor
para tomar decisiones. Muchas veces eso se traduce en renunciar a algo y
retomar un nuevo camino.
3. Mantenerse y
respetar esa decisión. Este es, quizás, el paso más difícil pero es necesario
para que todo adquiera sentido.
No se desespere. Algunas veces esa otra “talla de
vestido” no estará disponible y tendrás que esperar con paciencia para
conseguirlo. Lo que puedo asegurar es que esa espera valdrá la pena y se
ahorrará muchos días difíciles.